Cada vez, cuando afloran en público diferencias entre los miembros de la JCE, se escuchan voces, que apelando a la cordura, entroncan por igual críticas a la actual estructura del organismo y su crecido número de integrantes.

Sin duda alguna crea incertidumbre que los responsables de administrar, reglamentar y arbitrar las elecciones anden airando sus contradicciones y diferencias de criterios. No es esa una manera políticamente correcta. Para eso es que están las sesiones de trabajo y la posibilidad de hacer constar las opiniones disidentes de manera profesional, sin alusiones personales ni enjuiciamientos impropios.

Lo cierto es que esa belicosidad interna ha afectado la imagen de la institución a la vez de estimular en muchos una proyectada preocupación sobre lo que podría ser y ocurrir en los momentos críticos de las próximas presidenciales de 2008.

Sin embargo, no hay razón para temer malogramiento alguno del proceso electoral. A lo sumo estas diferencias y enconos lo que pueden es crear ruido, provocar especulaciones y crear alguna que otra incertidumbre momentánea. Pero nada más. En ninguna de nuestras elecciones la sangre ha llegado al río. Eso es importante tenerlo en cuenta.

El problema no es la cantidad de miembros en sí misma. En una Junta de tres o de cinco miembros podrían darse los mismos conflictos personales y políticos que en una de siete o de nueve. Pero la tanta gente no es conveniente además de lo costoso que resulta en varios sentidos.

Si hoy en la JCE contamos con una muchedumbre se ha debido a los acomodos y reparticiones políticas y no a una decisión racional de diseño institucional. Cuando a partir de 1979 la competencia se empernaba en dos partidos eran tres los miembros: dos para la mayoría senatorial y uno para la minoría. Pero ya en la conformación de la Junta de 1987, el tercer partido en emergencia, el PLD, avanzaba su demanda de contar también con un miembro.

Fue así que la reforma de la Ley Electoral en 1992 la matricula se fijó en cinco. Previamente, ya en enero de ese mismo año, Peña Gómez abogaba por el modelo venezolano al estilo del entonces Consejo Supremo Electoral con personalidades independientes y miembros de partidos.

Con la integración de la Junta de 1992 es cuando de manera acelerada y abierta se inicia la partidarizacion del organismo, y con ella, además de los choques de personalidades, se agregan las disparidades partidarias. Hasta ese momento las inclinaciones políticas de los miembros se manejaban con cierta discreción y disimulo. Pero después comenzó la lucha abierta.

Es bueno hacer notar que los conflictos han siempre existido en el seno de la Junta. Es algo imposible de obviar en un contexto y una cultura política como la dominicana. Lo distinto de ahora es el acceso a los medios de comunicación que todos tienen sin que se aplique y ni respeten una política informativa.

Cuando el reglamento interno de la Junta establecía que el presidente era el jefe de los servicios técnicos y administrativos y la voz autorizada para hablar en nombre del organismo, nadie lo hacía. Al respecto cabe recordar que durante la presidencia de Morel Cerda éste no permitía declaraciones ni contradicciones. Es más, llegó al extremo, rudo e inelegante, de llamarle la atención públicamente si algún miembro lo hacía. A Castaños Guzmán, por ejemplo, lo regañó y desautorizó en una transmisión en vivo cuando era entrevistado por televisión. Fue la época del odioso e inconveniente presidencialismo en la JCE.

Las cosas cambiaron en el 2002 pero no para bien. Se crearon varias cabezas de poder que coexisten bajo un mismo techo sin que se haya podido cristalizar un liderazgo sólido. La estructura actual conspira para ello. No es esquizoide, de desdoblamiento de personalidad. Es un asunto de pluricefalidad. La JCE solo es esquizoide cuando se le crean Comisiones de mediadores que desdoblan su identidad. El caso más elocuente fue el de 1986.

La raíz de estos males no está en la cantidad de integrantes. Es el esquema institucional adoptado desde 1923, el que ya no responde a las nuevas necesidades de la sociedad aunque los partidos -más atrasados hoy que nunca- así lo quieran.

© Julio Brea Franco 2007
Florida, USA

Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Diciembre 4, 2007