Escrito por: Fabio R. Herrera-Miniño
Source: Hoy Digital

El pasado lunes 10 nos llegó una infausta noticia de que Julio Brea Franco había fallecido en Tampa, Florida, debido a complicaciones post quirúrgicas, cerrando de improviso la vida de un ser humano excepcional de brillantes luces, dedicado padre y esposo y un amigo presente y sincero.

A Julio Brea lo conocí recién llegado de Italia, y apenas meses después que estableciera su librería especializada en la calle Doctor Delgado esquina Santiago, en cuyo recinto desarrollamos una sólida amistad con conversaciones muy inquisitivas y acuciosas que me obligaban a estar alerta para no defraudarlo con mis opiniones.

La amistad se desarrolló, y con su esposa Marggie, y luego sus hijos, de los cuales soy padrino de Teresa, vi forjarse a un ser devotamente entregado a su pasión electoral, en donde cosechó sus grandes triunfos pero también sus grandes desilusiones, ante la maldad humana y la evidencia de cómo era atacado a raíz de los acontecimientos que se desarrollaron en torno al evento electoral de 1994.

Tal como hiciera constar Adriano Tejada, el pasado miércoles 12 en el Diario Libre, a Julio se le estimaba y se le quería por esa caballerosidad con la que trataba a todos, pero siempre inquisitivo y alerta a sustraer de cada amigo experiencias y conocimientos que lo llevaron a ser insuperable como experto en sus actividades en torno a los procesos electorales.

Al establecerse en Tampa, Julio inició una apretada agenda de asesoría, consultas y cátedras, viajando por varios países del continente para aprovechar su experiencia electoral llevando ideas frescas a un proceso social electivo, que todavía en el continente provoca pánico cuando se acercan esos eventos con las pasiones desbordadas, y en el calor de la política todo es posible, al menos que no existan instituciones encabezadas por hombres íntegros que aseguren el buen desarrollo democrático.

Los eventos electorales de 1994, por las pasiones e intereses desatados, pudieron más que el buen ánimo y disposición de Julio Brea Franco que prefirió partir hacia un destino más tranquilo y seguro, forjando en ese ambiente el desarrollo familiar que necesitaba para él, su esposa e hijos, disfrutando de un entorno social adecuado a sus propósitos de la enseñanza, asesoría y la escritura.

Para mí constituyó un golpe muy fuerte al enterarme de su fallecimiento y vino a mi memoria que en las pocas ocasiones en que viajaba al país, participó en un programa en vivo a través de RNN, donde la productora nos mantuvo oculto mientras él era entrevistado por Cecilia García, y de repente salí al escenario para tremenda sorpresa de Julio, en donde las lágrimas se adueñaron del momento, en que las palabras fueron imposibles de pronunciar para continuar la entrevista y más adelante mantuvimos con su familia una agradable velada en la residencia de María Filomena Barletta.

El país pierde un gran valor intelectual, que estaba en la plenitud de sus capacidades, y que pudo dar más si su salud lo hubiese permitido y que prosiguiera su vida en el planeta, pero los designios divinos eran otros e insondables, quedando la satisfacción de que en vida disfrutamos de un ser excepcional, extremadamente cariñoso, de lo que pueden estar orgullosos su esposa Marggie, sus hijos y hermanos Luis y Rosa Mariana.