El Presidente no llegó a introducir el proyecto que declara la necesidad de reforma constitucional en ocasión de su comparencia ante las cámaras el pasado 27 de febrero. La comisión ad hoc, que trabaja en el documento no lo ha concluido. Según sus propias palabras, el Jefe del Estado y del Gobierno, solo ha recibido un primer borrador. Lo dicho entonces en su comparencia audiovisual no contiene nada nuevo salvo un cambio de tónica con respecto a lo que ya afirmara en la clausura de la denominada consulta popular a inicio de febrero.
Un proceso en acto no puede evaluarse hasta que culmine. Las evaluaciones antes o durante su acaecimiento no pueden ser definitivas. Solo después, cuando llegue a puerto la reforma de la Constitución sostenidamente promovida por el Presidente, será cuando podrá calificarse si la experiencia ha sido única, parcialmente distinta o si simplemente no fue sino mas de lo mismo.
Por tanto, cualquier afirmación de que la reforma va en tal o cual dirección, de que incluye aspectos y excluye otros, es poco seria e irresponsable. Hay que esperar sin especular y sin prejuicios. Es lo sensato. Ahora bien, sí se puede comentar lo que hasta ahora se ha hecho. En particular lo de las consultas.
Se ha dado en llamar consulta al acopio de opiniones, ideas, consideraciones y proposiciones para la elaboración de un documento de propuesta de reforma. Con estos insumos, la comisión presidencial ha estado realizando su trabajo en el supuesto de que los tomara en cuenta en la medida de lo posible, que pese a no ser vinculantes son expresión de diferentes sectores sociales.
Lo que si ha de estar claro es el significado de la palabra. Consultar es preguntar opiniones a otras personas y tratar con ellas cierto asunto. Solo eso. Consultar no es decidir pues ello implica tomar una determinación o inclinarse definitivamente por una opción. Los consultados no decidieron. Por tales razones sorprende la afirmación del Presidente en el discurso de clausura del proceso de consulta. “De manera que -reza el Presidente- estamos confiados, convencidos, seguros de que estarán [los legisladores] a la altura del momento histórico que vive la República Dominicana, refrendando lo que ya el pueblo decidió” ¿Quién decidió? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué?
El Presidente sabe muy bien que a las cosas que se dicen no se les da seguimiento. Y no parece que haya sido un lapsus, pues la afirmación aparece en la versión publicada del discurso y se lee dentro de su contexto.
El Congreso ha sido dejado de lado. No desde ahora, para ser honestos. Pero los diálogos y las concertaciones “extramuros” han estado sustituyendo las instancias del Estado. La marginación no sólo le hace mucho daño a la institucionalidad; abre las puertas a las influencias y manipulaciones de los poderes fácticos no únicamente religiosos.
Que el Congreso reclame su responsabilidad no es sancionable. Ecuador- el desastre en acto que auspicia el presidente Flores- no ha de ser argumento ni ejemplo a ser citado cuando los actores se destruyen recíprocamente provocados por un gobierno decidido a romper el juego democrático. La arrogancia de los legisladores ecuatorianos, según la calificación de presidente Fernández en ese discurso, no puede descontextualizarse.
El Presidente, ahora en su alocución del 27 de febrero, habla en una tónica distinta. Ya no se menosprecia al Congreso sino todo lo contrario “…la Constitución del siglo XXI [_] debe ser elaborada por los actuales Senadores y Diputados [_] para que sus nombres resplandezcan por los siglos como los autores legítimos del diseño constitucional que garantizó la paz y la convivencia civilizada entre los dominicanos”.
Consultar no es decidir aunque haya la tentación de que así sea.
© Julio Brea Franco 2007
Florida, USA
Publicado originalmente en
Periódico HOY de
Republica Dominicana
Marzo 13, 2007