Las elecciones son momentos del proceso político. Históricamente son únicas e irrepetibles. Sin embargo se analizan con detenimiento para extraer pistas acerca del funcionamiento del sistema político y de algunos de sus subsistemas: el electoral, el de partidos, el parlamentario.

Los momentos electorales siempre reflejan la coyuntura. De ahí la importancia tan predominante de la mercadología o “marketing electoral”. Pero hay elecciones en las que se manifiesta algo más hondo que un simple cambio de humor: muestran un realineamiento de las preferencias que pueden ser situacionales o más profundas, pues implican modificaciones en la base de apoyo de los partidos. Son esas elecciones de “conversión”, las que producen trasformaciones en el sistema de partido o hasta su misma crisis. De ahí que se consideren “terremotos electorales”.

Las elecciones “normales” o continuas tienen a ser más frecuentes que las elecciones críticas o de conversión. La normalidad o criticidad de las elecciones puede considerarse también desde la perspectiva dual, participación-ausentismo, más acá de la votación obtenida por los partidos. La serie historia de esos indicadores a partir de 1974 –cuando se uso por vez primera el registro electoral- no muestra cambios dramáticos en el sistema de partidos.

Aparte el ausentismo de las congresionales-municipales, con sus tasas altas (47, 49, y 42%), en las elecciones restantes llama la atención el proceso de 1990 y de paso invita a comentar las de 1974.

Si bien Bosch amenazó con su retiro en 1962 apenas siete días antes de las elecciones del 20 de diciembre, la crisis pudo ser superada. No así la de 1974 El Acuerdo de Santiago tomo la decisión de abstenerse por el “clima de represión política y militar” imperante. La JCE dio constancia el 15 de mayo.

El 1974 muestra el cuidado que ha de tenerse en eso de interpretar la “abstención”. El cálculo aritmético (sufragantes menos registro electoral) resulta que un 24% no acudió a votar. ¿Fue únicamente ese el apoyo del Acuerdo de Santiago?

La abstención o rechazo como disenso no se manifiesta únicamente no votando. Hay que considerar el voto nulo que fue de un 24 %. Ciertamente que no todos los que anularon su voto estaba con el acuerdo pero hay razones suficientes para considerar que su apoyo electoral fue muy considerable.

Lo mismo puede afirmarse de 1990. Los no votantes resultaron un 39% pero en realidad el desinterés fue mayor. El incremento de inscritos en el registro- que había sido en promedio de un 15% en las tres elecciones anteriores- fue de apenas un 8%. Fue el crecimiento más pobre en toda la historia. ¿Significo eso que el sistema estaba en crisis? La explicación más probable fue que la crisis del PRD produjo el desinterés de un segmento electoral.

El PRD ha sido un importante duelista electoral que aun mantiene un considerable respaldo. La abstención del 1974 sacudió al gobierno de Balaguer. Sino véase todo lo que hizo para forzar la participación de la oposición en las siguientes de 1978.


© Julio Brea Franco 2008

Florida, USA
Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Abril 1, 2008