La cuota femenina es palanca, no certeza. Es ventaja consciente y deliberada a favor de las mujeres para que en los partidos las prioricen como candidatas en un porcentaje mínimo factible. Pero ser candidato no conlleva un certificado seguro para ser elegido. Y el caso se aplica a ambos géneros. Si así fuera, las elecciones carecerían de sentido.

Vista como lo que es, entonces, pierde relevancia la acusación que se le formula al voto preferencial no solo de ser perverso sino de fungir como disolvente de la cuota. Razona mal quien pretende que esta sea únicamente efectiva cuando logra la plena simetría entre candidatos y electos. Además, si así fuese, serian las cúspides partidarias los electores y no los ciudadanos.

Si se quiere más mujeres en el Congreso y en los Ayuntamientos, sin valorar que la fuente de legitimación democrática ha de ser cuantitativa, habría que buscar, por consiguiente, otras soluciones de designación: el nombramiento, la cooptación o la asignación no electoral de los cargos. Y en tal caso no tiene significado hablar de cuotas y, menos, de elecciones.

La democracia es empoderamiento temporal de los mas y no de los poquísimos como quieren algunos partidolatras, que esconden de mala fe debajo de la alfombra la suciedad del verticalismo interno de dirigencias grupales que se reparten como piratas los puestos de poder.

Las manipulaciones de los resultados de las primarias no solo se evidencian, sino que pueden cuantificarse con nitidez. Con la complicidad de la JCE se cambiaron, en el 2006, 210 candidatos generando un masivo número de impugnaciones (154). ¿Parece poco?

El voto preferencial no es machista. No se la tiene con las mujeres. En tal caso son los partidos los machistas, que han debido ser obligados a postular más mujeres y aun así, de acuerdo a las estadísticas, ni siquiera cumplen adecuadamente con la cuota del 33%. En los periódicos se recogen abundantes notas de quejas provenientes de mujeres cuyos derechos fueron pisoteados. El que quiera que los revise para que lo compruebe.

El preferencial hace que todos los candidatos de una lista, sin importar en orden en que aparezcan, tengan la misma probabilidad de ser elegidos. Y eso es muy positivo pues se difumina la lucha por la colocación en las primeras posiciones que tendían a ser las “seguras” para alzarse con los cargos .

Y la cuota femenina aun con este tipo de voto funciona: se vence la resistencia a la postulación de mujeres. Se le da puestos al sol para que compitan por el voto de los ciudadanos. Las que tienen liderazgo y se han preocupado para hacerlo fueron muy votadas. Minou Tavares es un ejemplo.

Ciertamente que el voto preferencial tiene sus efectos en los candidatos presentados por los partidos. Lo mismo puede decirse con respecto a las mujeres, pero no es eso asunto de discriminación de género.

No se puede despachar a la ligera la conclusión de que el voto preferencial es machista por mas análisis de circunscripciones grandes o pequeñas. Si el electoral es pensado como sistema, como conjunto de elementos en interacción, entonces el bosque debe verse como tal sin privilegiar unos cuantos arboles.

© Julio Brea Franco 2008
Florida, USA
Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Diciembre 9, 2008