La abstención no es signo de apocalipsis. El que no vota no lo hace necesariamente como expresión negativa hacia los partidos ni contra las elecciones. Es por eso que “abstención” es un término insatisfactorio pues no recoge todas las posibilidades: hay gente que no vota por múltiples razones que en nada tienen que ver con el encono. Incluso puede haber indiferencia y hasta desinterés.
Mejor es “ausentismo” o simplemente “no votantes”. Pero en cualquier caso se requiere prudencia en avanzar conclusiones a la luz de los porcentajes electorales. Algunos gustan de hablar del “vaso medio vacío” y no del “medio lleno”. Es mucho mejor considerar los índices de participación electoral. El ausentismo es un residuo que solo en ocasiones de “terremoto electoral” puede ser tomado como un síntoma claro de desencanto y disfunción.
La participación puede calcularse con base a tres referentes: la población total, la población en edad de votar y los inscritos hábiles en el registro electoral al momento de la elección. Son tres indicadores con distinto grado de precisión aunque se complementen y contribuyan al análisis de la consistencia.
El hecho que fue en 1974 cuando se empezó a utilizar el registro dominicano no por ello no se pueda calcular la no participación aunque solo con base a los dos primeros referentes. En Estados Unidos no existe (ni se ha querido) un documento de identificación único a nivel nacional. De ahí que el ausentismo se calcula sobre la población en edad de votar tiende a ser más alto. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido afirmar que el porcentaje de no votantes en las elecciones americanas es la expresión de una crisis del sistema político y de partidos.
Calcular el ausentismo sobre la base del registro electoral conlleva por igual algunos límites. ¿Cuáles es la inclusión y/o exclusión del registro? Uno bueno ha de incluir la mayor cantidad de personas en edad de votar y, por ende, el menor porcentaje de exclusión, es decir, lo que están fuera de él.
Nuestro registro no es malo: incluye el 92% de la población electoral y el 60 % de la población total. La exclusión es de apenas un 8% (medio millón de ciudadanos) dos puntos menos de los estándares internacionales. Y eso con la deficiencia del registro civil. Sin embargo esos índices no nos hablan de la calidad del registro: de los fallecidos, de los ausentes y otras “suciesas técnicas”. Hay un margen cuasi inevitable de ellas.
La abstención, considerada como la porción de los no votantes que decide conscientemente y como opción política no hacerlo, es difícil calcularla a la luz de los resultados agregados. Los resultados electorales hablan de qué se votó pero no porqué se voto. Desde 1950 es paradigma considerar que se incurre en un “falacia ecológica” cuando, de datos agregados, se pretende inferir las motivaciones de los que votan o no. Eso solo se puede hacer con sondeos y encuestas. Y sin ellas es una fantasía hablar del voto de los que no votan.
© Julio Brea Franco 2008
Florida, USA
Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Marzo 25, 2008