Ni los partidos ni el sistema de partidos están en crisis. La evidencia empírica muestra lo contrario. Insistir en que sí lo están o que transitan en sus prolegómenos, da mucho en que pensar: hay miopía analítica, mucho de subjetividad interesada y deseos muy particulares. Lastimosamente especulamos mucho, analizamos poco e investigamos menos. Y frecuentemente con cuestionable metodología.

Un sistema de partidos no es más que un conjunto de autonomías que interactúan, que cumple funciones básicas en un ambiente político y cuya configuracion y perfil deriva de dos criterios cuantificables: la votación electoral y las cuotas de poder que logran.

La diferencia entre la votación y los puestos que se adjudican se debe al sistema electoral que actúa como elemento distorsionador o como filtro. Los partidos logran votaciones pero los puestos no son el espejo de la proporción de los votos. Lo podemos advertir considerando las votaciones partidarias y la resultante composición actual del Senado. Por igual, en la Cámara de Diputados, aun si con menor dramatismo.

Los partidos bullen y rebullen elecciones tras elecciones pero los cambios ni han sido dramáticos ni transformadores. Lo que define un sistema de partidos es el número, pero no el total de partidos reconocidos jurídicamente. Se toman en cuenta “los que cuentan”, los de mayor capital electoral y cantidad de puestos que obtienen.

Este “numero efectivo de partidos” se calcula con operaciones matemáticas de acuerdos a diferentes propuestas. Hay algunas –la de Laakso y Taagepera 1989- más difundidas que otras pero, en realidad, hay familias de indicadores complejos o agregados que miden variadas dimensiones de los sistemas de partidos. La aplicación de la matemática a la Ciencia Política ha sido muy rentable.

Del examen de los resultados correspondientes a las últimas 10 elecciones salta a la vista que tan solo tres partidos, considerados individualmente, han concentrado por encima de un 88% de las preferencias electorales. De un 95% en 1982 a un 88% en el 2006.

La evidencia empírica muestra la estabilidad del sistema. Se ha intentado romper con este esquema pero el resultado a ha sido infructuoso. Si luego se consideran los resultados agregados de las tres alianzas los datos son aun más elocuentes: 99 % de las preferencias en el 2004 y el 97.50 en el 2006.

Los tres partidos principales en 1982 lo continúan siendo. Habrá que esperar si las presidenciales del 2008 evidenciarán el vaciamiento del PRSC como algunos anuncian.

Ni siquiera el ausentismo, -la impropiamente llamada abstención- ha mostrado crecimiento abrupto y sostenido. Las congresionales-municipales dominicanas reproducen lo que en ciencia política ya se ha observado en este tipo elecciones a nivel internacional.

Más que los partidos, lo que sobrecoge es la política, la que se ha trocado en corrupta, vacía e irresponsable. Es la mala política precisamente la que reflejan los partidos; pero es ella la que concita los aplausos y entusiasmos mayoritarios de los que votan. Este fenómeno es el que se debe explorar sin dilación.

© Julio Brea Franco 2008
Florida, USA

Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Marzo
11, 2008