Entre los acontecimientos políticos del recién transcurrido año de 2006 me parece conveniente identificar los tres más relevantes. En primer término, las elecciones congresionales y municipales de mayo último.

En segundo lugar, la motorización de la reforma constitucional y, por último, la designación de los integrantes de la Junta Central Electoral que habrá de bregar con las presidenciales del 2008 y, otra vez, con las congresionales-municipales del 2010; siempre y cuando que no se disponga una modificación del calendario electoral.

Si bien el proceso de reforma constitucional está aún en ciernes y no se cuenta con un anteproyecto, y menos con un proyecto, ya se anuncia que deberá estar listo para febrero cuando el Ejecutivo Nacional lo introducirá formalmente al Congreso Nacional. A la espera de ello, sin embargo es importante considerar la factibilidad de llevar a puerto la declarada intensión del Presidente de la República de distinguir y diferenciar esta reforma de lo que ha sido el patrón histórico de textos constitucionales: expresión de intereses de partes que terminan imponiéndose a las demás. He advertido el descuido en la creación de un ambiente de reforma que propugna el llamado nuevo constitucionalismo del que parece estar nutrido, a juzgar por las argumentaciones presidenciales. Si queremos algo singular, una Constitución de todos para todos, el ambiente ha debido estar limpio de ojerizas, de monopolización, huérfano de protagonismo político. Son ingredientes imprescindibles para pulverizar la paranoia y la pequeñez que sufrimos.

¿Será posible? me parece que es una interrogante capital. La intención es importantísima, oportuna y necesaria. Aquella de que hay asuntos más urgentes que atender, al decir de una líder empresarial, olvidando que lo importante no necesariamente es urgente. No hay opciones: no es un asunto de esto o lo otro; sino de esto y lo otro.

Por último, si bien hubo mayor tino y ponderación en la escogencia de la Junta Central Electoral, aún tenemos como asignatura pendiente: definir un mecanismo racional y razonable, institucionalizado, para la integración del organismo electoral. Hay opciones que deben ser ponderadas antes de señalar un mecanismo concreto. La experiencia vivida ha de ser aprovechada en sus aspectos felices. Pero claro está, el problema electoral dominicano sigue sobre la mesa. Y luego de por lo menos once elecciones es ya más que tiempo para planear seriamente el rediseño orgánico y procedimental de las elecciones tomando como material la experiencia vivida.

Insisto: se proponen muchas cosas pero no se dedica al esfuerzo para estudiar qué ha pasado, por qué ya en cuáles aspectos puede intervenir para resolver los problemas. Total, se reforma para eso: para que las cosas funcionen mejor, con transparencia, eficiencia y lo más importante, con garantías democráticas. Solo por eso vale en mucho acometer el esfuerzo.

Si bien pongo el énfasis en estos tres nudos -las elecciones, la JCE y la reforma constitucional- no con ello minusvaloro las vicisitudes de los tres partidos principales enfrascados, algunos más que otros, en interminables diatribas, querellas y antagonismos internos que cualquier observador externo, con un poco de sentido común se preguntaría cómo piensan estos gobernar un país si no son capaces de articulares intensamente. A pesar de la tan cacareada crisis de los partidos, los resultados electorales muestran aún su gran vigencia. Su protagonismo es continuo-extenuante por momentos.

El país no avanza -o avanza tan lentamente que es imperceptible- sin muchas perspectivas, con un pobre y mediocre clase dirigente, sin visión ni entendimiento más allá de la coyuntura o de los intereses concretos y particulares.

Como la nuestra es una rabiosa realidad con aspectos muy negativos, aún ha de haber espacio si no para la esperanza, por lo menos para el intento. Analizar con propósito es intentar.

© Julio Brea Franco 2007
Florida, USA

Publicado originalmente en el
Periódico HOY
República Dominicana
Enero 9, 2007