Todo apunta a la existencia de una conjura contra el voto preferencial. En la JCE, mientras una de sus voces destaca un efecto supuestamente perverso contra las mujeres, otra lo acusa de ser el causante de problemas en las congresionales.

A reservas de tratar luego sobre la maldad del preferencial como neutralizante de la cuota femenina, el otro planteamiento es ligero y superficial. No resiste el diagnóstico ni los datos que dimanan de las experiencias acumuladas en nuestros comicios.

Para entendernos mejor, el voto preferencial consiste en la posibilidad que se le atribuye al votante en las elecciones a la Cámara de Diputados y en su circunscripción electoral para que, además de escoger la lista de candidatos presentada por el partido de su simpatía, pueda marcar el nombre de uno de ellos como su preferido. Se vota por una lista y dentro de ella se señala uno como el de su mayor agrado.

El voto preferencial es un mecanismo de democratización, una herramienta que se usa para debilitar la tendencia al absolutismo de las dirigencias que detentan el poder en los partidos.

El dirigismo interno de las cúpulas se ha atacado, empujándolos a realizar elecciones internas (llamadas primarias porque se realizan antes que las nacionales) para que sus membrecías sean las que escojan los candidatos. Sin embargo, no siempre esa democracia interna se logra. Pero además como es solo una parte de los votantes la que está afiliada de los partidos, se les da a todos la posibilidad de reordenar las listas.

En el país han sido dos las experiencias con el voto preferencial: 2002 y 2006. La JCE, cuando lo adoptó no lo hizo adecuadamente y por eso se presentaron problemas en ambas elecciones. Pero no fue el voto preferencial por sí mismo el causante: fue la manera en que se reglamentó y se implantó técnicamente. Sobre las razones de esas dificultades ya dedicamos un par de comentarios [El mísero detalle técnico y El clavo de la herradura, abril 2007].

La experiencia ha mostrado el amplio uso que han hecho los dominicanos del voto preferencial y el impacto que ha logrado en ambos procesos. En cuanto a lo primero piénsese que en 2002, por ejemplo, el 68% de los votantes marco una preferencia. Sucedió en todos los partidos aunque en algunos más que otros: en el PRD el 71% de sus votantes; entre los del PLD y el PRSC lo utilizó un 66% cada uno.

Pero donde el voto preferencial ha mostrado su impacto político positivo es precisamente en el reordenamiento de las candidatos en las listas de los partidos. Tan solo en el 2006 (en el 2002 fue por igual muy significativo) los datos son elocuentes: la votación preferencial recolocó los candidatos en los tres partidos: En el PLD en un 69%, en el PRD, un 67%y en el PRSC en un 77%.

Ha sido todo un éxito. Y por ello las dirigencias partidarias no lo quieren: disminuye sus poderes. Lo peor es que la JCE, sin conciencia de lo que dice, se está sumando a una conjura en contra de la expresión popular.

© Julio Brea Franco 2008
Florida, USA
Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Octubre 28, 2008