Escuchar y preguntar no es discutir. La discusión presupone confrontación de puntos de vistas, opiniones y pretensiones opuestas en un diálogo o una conversación. Y al finalizarla, poner en claro las posiciones que lograron encontrase y las que no. Solo por ese camino el ejercicio puede resultar positivo.

Discutir la reforma que se ha avanzado es lo que corresponde cuando se encarrila al proceso de decisión. Es debate que habrá de provocarse en el escenario colindante al del órgano de decisión. Hay que forzarla en el Congreso, primero, sobre el proyecto de ley que declara la necesidad de la revisión constitucional. Después, en la fase de la Asamblea Nacional, cuando se reúna como Revisora.

Para catalogar una deliberación como democrático deben existir posibilidades reales de participación y debate. Todo eso toma su tiempo: será más largo cuanto más abierto y legítimo se pretenda que sea. Los pedidos de rápida aprobación -¿a que la prisa?- evidencian deseos de imposición.

Hacer una discusión positiva no es fácil pero hay técnicas imprescindibles para ello. Las normas y reglas parlamentarias constituyen la herramienta por antonomasia para el montaje de decisiones colectivas. La inteligencia radica en la metodología, la sistematización de los temas y la adecuada administración del tiempo en general.

Ha habido mucha ambigüedad con respecto a esta reforma. Las consultas se realizaron para recoger inquietudes y planteamientos de distintos sectores. Ahí no hubo deliberación alguna aunque luego se tabularan los resultados. La comisión redactora trabajó con ese insumo de ideas y sugerencias pero no estaba obligada a acogerlas todas. Se quiso vender que esas consultas le otorgaban la legitimidad que necesitaba el texto. Y eso no podía ser así.

Ya hay un texto -a concebirse como documento base- que fue sometido al Congreso. Hay otra iniciativa sobre el órgano de reforma. Se impone no solo analizarlos sino además debatirlos: que se opine, que se analicen los desacuerdos e ideas opcionales. ¡Pero con la participación de los opuestos!

Apelar a iniciativas académicas con expositores unilaterales para que la gente oiga y pregunte huele a promoción pero no a discusión. Los anunciados foros son organizados por los mismos y con los mismos que auspician la reforma lo que puede dar a pensar no ser tan abiertos como se dicen que serán.

En el Congreso hay celos justificados por esas iniciativas extramuros. Pero también en su seno ha habido voces arrogantes, políticamente incorrectas, ambiguas, contradictorias e interesadas.

Hay que propiciar el cara a cara incluyendo aquellos que tienen y plantean posiciones y soluciones distintas. Discutirlo todo, inclusive la alternativa de la constituyente. Con los opuestos es que se puede dar y enriquecer un debate.

Se informo de reciente que el Presidente, en su viaje muy locuaz, suscribió un acuerdo con la Universidad de Harvard para estimular el enseñanza crítica. No hay que esperar enviar para formar profesores en el exterior. La reforma a la Constitución le ofrece una singular oportunidad para que le muestre al país por que valora la crítica y como la pone en práctica para estimular a que la gente use con sus propias cabezas y no la suplante con la suya.

© Julio Brea Franco 2008
Florida, USA
Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Octubre 7, 2008