Los reformistas echaron los dientes en el poder. Por lo menos dos camadas generacionales –en los doce y en los diez años- saborearon sus mieles y enormes ventajas sin acarrearse consecuencia alguna: ni durante ni después. La nuestra se ha demostrado una justicia con hoyos en la venda.

De ahí que, por su experiencia y laxitud de escrúpulos, sean reformistas los mejores y más eficaces asesores de cualquier proyecto político personal que desde arriba busque su continua reproducción.

El desvencijo en acto del PRSC no hay porque buscarlo en causas profundas en nuestra sociedad. No se puede catalogar de cambio la rápida propagación y calaje de esa cultura del provecho que tan bien expresaban los reformistas.

La política de hoy muestra precisamente la similitud entre los partidos, al punto que sus dinámicas y propósitos son coincidentes. Lo que antes podía ser considerado un mal reformista demostró ser por igual un mal perredista y ahora peledeista.

Lo que más desune a un grupo es la atomización de los intereses particulares cuando sustituye toda visión y propósito. Cuando la competencia se hace horizontal y la dirigencia central se desautoriza, la centrifuga se dispara: la fragmentación alcanza el punto de no-retorno.

Cambio hubo en 1978 cuando un PRD, inmaculado entonces, terminó de potabilizarse. En aquella coyuntura -muy bien leída por José del Castillo- al cansancio y erosión de Balaguer contribuyeron las transformaciones que indirectamente despertaron aspiraciones, sino nuevas, al menos distintas.

Es bien sabido que el declino electoral del reformista se inició justo después de la desaparición de Balaguer. Hasta el 2002 (1998–31.27%; 2000-24.60%; 2002 – 24.37%) se mantuvo como una tercera fuerza importante. Después sobrevino la caída: 2004- 8.65%; 2006- 10:96% y 2008-4.59%). No fue únicamente el carisma de Balaguer el responsable de sus 24%. Fue en grandísima medida su estrategia política.

Balaguer –debilitado por la edad- no corrió a ninguna otra tienda política a brindarse ni ofrecerse. Al contrario, todos iban donde él. Acudían por su peso político; el sí sabía administrarlo excelentemente bien. Mantenía equidistancia y apoyaba cuando le convenía. No era bisagra ni veleta. Acudía solo a las elecciones (con algún satélite oportunista) pero eso sí: mantenía en cintura al partido.

Todos dicen que son discípulos de Balaguer, pero los hechos demuestran lo contrario. En la entonces Unión Soviética luego de una defenestración se hacía uso de la Troika que se constituía como un “mientras tanto”. Ni eso se hizo al regreso del cementerio.

Muerto el monarca de la Máximo Gómez todos quisieron alzarse con santos y limosnas. Se acercaron a Hipólito Mejía y entonces un grupo tomó distancia. Pareció que iba a recoger inicialmente la enseñanza. Pero que va, se fue corriendo para quien tenía posibilidades de llegar. Y así fue y ahí siguen.

¿Sera mañana otro día? Poco indica que habrá otro amanecer.

© Julio Brea Franco 2008
Florida, USA
Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Septiembre 16, 2008