La JCE, finalmente, realizó su peregrinación al Higüey político en pos de dineros adicionales. Anduvo en esos menesteres por unos cuantos meses pero el ocupadísimo Presidente de la República no disponía de espacio en su agenda. Los partidos de oposición dicen ahora que en vez de visitar al Presidente se encontraron con el candidato a la reelección, quien se había hecho acompañar por un destacado miembro de su staff político. Sin embargo, no parece ser éste un planteamiento correcto.

La Junta no se desplazó a encontrarse con ningún candidato ni con intensiones malsanas. No hay nada de pecaminoso ni compromete su independencia. ¿No fue costumbre que visitaran a Balaguer o a Hipólito Mejía o que éstos la invitaran?

Es cierto que algo no anda bien en nuestro arreglo institucional para que las Juntas tengan que reunirse con el Poder Ejecutivo para apelar por el reacomodo de sus presupuestos. Un órgano supuestamente independiente no debería estar en ese tipo de procesión. Si los partidos, hoy en la oposición, y ayer en el Gobierno, que no gustan de esas visitas, saben muy bien qué deben hacer: luchar para prohibir la reelección –dañina por la asincronía que produce’ y emplearse a fondo para asegurar la independencia de la JCE. Pero no es eso lo que se hace.

Por el momento, la visita le echó tierra a los problemas reales en que está entrabada la JCE. Su multitud de voces y la estructura multicéntrica de su poder decisional. De reciente se experimentó una nueva ola de contradicciones entre sus integrantes. Pero los representantes de partidos, siendo más papista que el mismo Papa, hablaron en voz alta solicitándoles que se entendieran y que dejaran de lado esas “bagatelas” o discusiones de “muchachos y muchachas”.

Nada sorprende de estos personajes de zarzuela. ¿Acaso fue la JCE que modificó la ley para cambiar su estructura del poder institucional? ¿Fue ella la que habló de “separación” de funciones con la creación de las Cámaras? Que se sepa fue todo lo contrario. Salió de los reformistas, se negoció en el Congreso y fuera de ellas, hubo mediación de la Pontificia que la bendijo como una ley perfectamente constitucional.

El problema no es solo de palabras, ni siquiera de puntos de vista, de personalidades y afán de sobresalir. El problema de la JCE es institucional y su solución requiere medidas administrativas, reforma del reglamento interno, y finalmente, de modificación de la ley electoral cambiada en el 2005.

Nadie está libre de pecados. Y los pecados no se absuelven disponiendo de un “pastor” nutrido de cariño, amor, de palabra fácil que ve todo como algo único, histórico y lleno de bondad. Los asuntos institucionales no se pueden confundir con actitudes personales ni subjetivas. Se encaran con liderazgo, sentido de misión, inteligencia, razonabilidad y actitud de concertación.

Se creó un mal antecedente con la denuncia aquella de los incentivos. No fue el contenido – al que había que prestarle atención y debatirse. Fue el modo en que se que se planteó públicamente. Los “interna corporis” se debaten y se deciden dentro. Después de ese momento han sucedido otros tantos como una catarata.

El problema de las voces se resuelve por disposición del pleno de la Junta estableciendo una política de información: el Presidente de la Junta, el pleno y en la cotidianidad un “speaker” competente, profesional que muy bien puede ser un funcionario de categoría de la misma institución.

Periódicamente habilitar tiempo para ruedas de prensa conjuntas de todos los miembros. Nada de invitaciones personales a programas sin acordar previamente lo que se ha de informar. Ese luce el primer paso para poner orden en la casa.

Y luego, respecto a las cámaras, la avenida más recomendable parece ser que éstas funjan como brazos de ejecución del pleno. Que sea éste el depositario del poder decisional en todo: administrativo y jurisdiccional. La Junta tiene que buscarle solución a sus problemas. El tiempo de la mediación ya ha debido terminar. Las instituciones tienen que crecer. Y crecen, no evitándoles crisis sino alentar las instituciones a que las resuelvan y mejoren. Aunque den sus tropiezos y se caigan. Así aprenden los niños y las instituciones también.

© Julio Brea Franco 2007

Florida, USA

Publicado originalmente en

Periódico HOY de

Republica Dominicana

Julio 31, 2007