Hay problemas recurrentes en la política que no se acompañan de esfuerzos sostenidos para encararlos.
La última referencia a la utilización de dinero sucio en nuestras elecciones, provino de unas palabras introductorias de parte de un miembro de la JCE. No había en ellas propósito diagnostico para esclarecer la magnitud real del fenómeno que solo se supone, y del que se habla en términos generales, pero del que no se ofrecen evidencias concretas ni se motorizan acciones para enfrentarlo.
El narcotráfico es un problema innegable, que rebaza los ámbitos nacionales. Las drogas no solo ocasionan daños irreparables en quienes las consumen, sino que acarrean efectos negativos en la familia y la comunidad.
Su comercio multimillonario pervierte, altera, corroe y coloniza cualquier terreno en que se usa. Trata de feudalizar los poderes públicos. La carga de criminalidad que lo acompaña es sobrecogedora, encontrando terreno fertilísimo en países pobres y desiguales, sin esperanzas para grandes segmentos de la población.
Visto como fenómeno complejo, el combatirlo ha de ser por igual complicado. De ahí que las estrategias que sugieren los centros de experticio se conciben en acciones coordinadas en tres direcciones simultáneas: la represión policial, leyes adecuadas y operativas que agilicen una eficaz respuesta judicial y, lo que es más importante, la identificación y ataque directo a sus fuentes de financiamiento.
Esta ya demostrado que la represión de la criminalidad no resuelve mucho sin esto no se acompasa de una justicia asegurada y protegida, dotada de mecanismos agiles y actuantes. Pero lo grandemente dañino del narcotráfico es su agenciacion de dinero, fuente de su poder.
Atajar el avance y perversión del narcotráfico va mucho más allá de atender a las modificaciones de las leyes de financiación política en las campañas. Comprar diputados y senadores, síndicos y regidores no necesariamente puede ser lo más eficaz. Penetrar y socavar las dirigencias partidarias- que en definitiva son más permanentes que los electos-, perforar los gobiernos conquistando funcionarios altos y medianos, incluyendo la justicia, las fuerzas armadas y la policía, pueden ser más discreto y menos escandaloso que hacerlo en tiempo de elecciones.
El asunto, por tanto, ha de verse en su justa dimensión. Es un problema grande, de ramificaciones insospechables que puede tragarse todo; máxime cuando no hay ideas claras, convencimientos profundos y dedicación entusiasta y entregada en el liderazgo nacional. No hacer, o no hacerlo bien, es garantizar la derrota.
El dinero en política no se resuelve con reglamentos ni disposiciones legales. Ayudan, sí, pero se requiere de mecanismos efectivos y de personas de reciedumbre y equilibrio. Reglamentos y disposiciones legales son tan solo facetas en un gran engranaje de guerra.
Ciertamente, muchas voces se alzaron para que la reglamentación de la campaña se dejara para después de las elecciones. Es la filosofía de hacer mañana lo que se puede hacer hoy. Pero ya han pasado siete meses de las elecciones y nada ha hecho la Junta. Lo mismo sucede con la reforma electoral. Hasta ahora continúan sentados en las puertas del Congreso a la espera que se apruebe una reforma constitucional en la que pudo ser proactiva y no pasiva.- Como ha de ser.
© Julio Brea Franco 2008
Florida, USA
Publicado originalmente en Periódico HOY de
República Dominicana
Diciembre 16, 2008